Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «El vehículo eléctrico y la ciudad respirable» (pdf), y apunta a la esperanza: un estudio de la
Universidad de
Berkeley llevado a cabo con una red de sensores distribuidos por toda la zona de la
Bahía de
San Francisco demuestra que la adopción del vehículo eléctrico está generando descensos significativos en los niveles de contaminación urbana en la zona.
La reducción, de un 1,8% anual, pero es aproximadamente la mitad de lo que sería necesario, un 3,7%, para que el Estado de California cumpliese sus ambiciosos objetivos de descarbonización, una reducción del 40% sobre los niveles de 1990 en el año 2030, que algunos dicen que no podrá cumplir. Y eso con una penetración del vehículo eléctrico sobre el total del parque que, aunque muy superior a la del resto de los Estados Unidos, sigue siendo muy escasa, de menos de un 4% sobre el total incluyendo los híbridos enchufables, cuya contribución real es bien sabido que es bastante escasa o nula.