Mi columna de esta semana en
Invertia se titula «Estados Unidos inventa, y pretende reflejar la situación actual en la que el continente europeo, un mercado de más de medio millón de ciudadanos con una renta media elevada con respecto a otros territorios, se ha quedado completamente rezagado por culpa de un foco excesivo en la regulación, que por un lado perjudica claramente la innovación y, por otro, aliena a unas compañías tecnológicas que, cada vez más, van desistiendo de intentar traer aquí sus últimas generaciones de productos y servicios.
Hay muchas cosas que se pueden hacer para fomentar la innovación, pero Europa dejó de ponerlas en práctica hace mucho tiempo. Proteger a ultranza los derechos de tus ciudadanos es, pero cuando eso se convierte en un desincentivo constante a la innovación que lleva a que dejes de tener empresas representativas en ese ámbito, a lo mejor deberíamos plantearnos si lo que realmente queremos ser es un viejo continente al que no llegan los productos y servicios más innovadores, porque las compañías que los producen temen nuestro furor regulatorio y nuestras multas.
Los ejemplos empiezan a acumularse. Si conduces un Tesla, te quedarás sin poder utilizar sus prestaciones más avanzadas de autoconducción, aunque las hayas pagado, porque el regulador opina que tiene que protegerte de unas supuestas inseguridades que en el mercado estadounidense han demostrado perfectamente ser mucho más seguras que la conducción humana.