Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «¿La manzana inteligente?» (pdf), y es un intento de explicar la estrategia de Apple en un ámbito, el de la inteligencia artificial, en el que no tiene las cosas para nada sencillos.
La presentación de apertura de la compañía en su
WorldWide Developers Conference (WWDC) de este año sirvió fundamentalmente para que tratase de solucionar el problema reputacional que supone, tener mucha menos inteligencia artificial incorporada a sus productos que sus competidores, y hacerlo de una manera en la que no se evidenciasen las carencias de la compañía. Básicamente, intentar hacer de la necesidad virtud, algo muy difícil en entornos tecnológicos.
¿Dónde está el problema fundamental de Apple? Que, debido a su extrema política de respeto a la privacidad, una de las cuestiones que la compañía más explota en términos de imagen y diferenciación, cuenta con una generación de datos derivada de sus operaciones infinitamente inferior a la que pueden conseguir compañías como Meta, Google, Microsoft y otras. Ya en el año 2015 se decía que las políticas de privacidad de Apple repelían a los científicos de datos que trabajaban en ese ámbito, a pesar del atractivo de trabajar en la marca de la manzana, preferían aceptar ofertas de otras compañías en las que tuvieran más datos con los que trabajar.