Desde que, a mediados de 2022,
OpenAI inició la carrera de la inteligencia artificial generativa,
Microsoft ha estado beneficiándose de la relación especial que tenía con la compañía gracias al hecho de haber diferido muchos de los costes asociados con el uso de su nube,
Azure, como parte de su programa de apoyo a startups innovadoras.
Esa relación permitió a
Microsoft convertirse en socio preferente de
OpenAI e incorporar sus algoritmos a sus productos antes que otros e invertir en la compañía, aunque no obtuviese por ello derechos de voto. Sin duda,
Microsoft se benefició mucho de esa relación, porque le permitió capitalizar una posición en inteligencia artificial que claramente no tenía suficientemente madurada e integrar ChatGPT en Office365 en forma de Copilot de manera ventajosa, con todas las ventajas de posicionamiento que ello conlleva. El coche de
Microsoft en inteligencia artificial permanentemente llevaba ruedas de
OpenAI.
Ahora bien, lo que conlleva un coste en tokens que aunque seguramente
Microsoft habrá sabido negociar ventajosamente, puede llegar a ser destacado, particularmente si sus muchísimos clientes corporativos se lanzan a usar Copilot como si no hubiera un mañana. Es el último de una serie de ejemplos que permiten ver cómo
Microsoft, que ha invertido más de 13,000 millones de dólares en
OpenAI durante los últimos cinco años como parte de esa asociación entre las dos compañías, va tratando de reducir su dependencia de sus modelos.