Posiblemente no lo supieras, fue el primer videojuego de plataformas en el que el jugador disponía de un botón dedicado al salto. Aquello que hoy tenemos tan interiorizado fue una enorme revolución. Tanto, que a nadie le importó un comino que el propio nombre de la máquina fuese un sinsentido: ¿Qué tiene que ver un burro (donkey en inglés) con lo que pasa en el juego?
El panorama de
Nintendo era especialmente particular antes de la creación de
Donkey Kong. La compañía juguetera había desarrollado varios videojuegos, y para colmo el plan de ofrecer un juego con la archiconocida licencia de Popeye se había ido al traste.
Por suerte, un joven e inquieto Shigeru Miyamoto hizo su magia: aprovechó al máximo el hardware con el que se contaba, ideó un juego divertidísimo y reimaginó a los protagonistas, sustituyendo al malvado Brutus por un mono con muy malas pulgas. Había nacido
Donkey Kong.
Como es de esperar, el nombre de un videojuego entonces y ahora es un asunto trascendental y, en muchos aspectos, está directamente relacionado con su éxito. Tiene que tener gancho, por supuesto pero además ser divertido. Así que a Miyamoto y sus camaradas se les ocurrió llamar tanto a aquel gran simio como a la recreativa
Donkey Kong.
¿Habían confundido la palabra donkey (burro) con monkey (mono)? Más bien, se habían equivocado en el sentido de la palabra. Lo que de verdad querían dejar claro es que aquel simio era bastante tonto. Tontísimo.