La evolución de las herramientas de
inteligencia artificial desde los primeros copilotos simples destinados a llevar a cabo tareas aisladas, como ilustraciones o explicaciones más o menos sofisticadas, hacia los cada vez más habituales «sistemas agénticos» que estamos empezando a ver aplicados a un número cada vez mayor de tareas, refleja la creciente sofisticación de este tipo de tecnologías en un plazo extremadamente corto de tiempo.
Básicamente, los llamados copilotos â a partir de una terminología ideada en su momento por Microsoft â mejoran las habilidades humanas proporcionando asistencia y sugerencias, los sistemas agénticos operan con un grado de autonomía, capaces de tomar decisiones independientes y aprender de sus entornos. Esta progresión ofrece un enorme potencial de innovación en varios sectores, pero además requiere una cuidadosa consideración de las implicaciones éticas, legales y sociales para garantizar que los efectos de estos avances resulten beneficiosos para la humanidad y se desarrollen de manera razonablemente responsable.
Esta transformación refleja las crecientes capacidades de la
inteligencia artificial no solo para apoyar las tareas humanas, sino también para realizar tareas de manera independiente, tomando decisiones basadas en datos y experiencias aprendidas.