Llevo años trabajando con dispositivos
Apple y, si hay algo que he aprendido, es que incluso el
iPhone más potente puede ralentizarse con el tiempo. No es casualidad: el uso diario o las apps acumuladas afectan al rendimiento. Además, cada vez los sistemas operativos son compatibles con dispositivos más antiguos. Y aunque es una buena anuncio, en ciertos aspectos iOS 18 puede pasar factura.
Hace poco, conversando con varios camaradas con los que trabajaba en un servicio técnico de
Apple, confirmé algo que les decía además a muchos de mis clientes: la mayoría de los problemas de rendimiento tienen solución sin necesidad de comprarte el último
iPhone. De hecho, he conseguido "resucitar" iPhones que parecían destinados a ir al cajón.